miércoles, 6 de noviembre de 2013

Los desoxigenados. Final.


Entonces el silencio pareció trasladarse y el desoxigenado levantó ligeramente la mirada yéndose a encontrar con la mía, que se había percatado ya del movimiento de mi compañero y permanecía alerta y expectante a lo que habría de venir.


En aquel tiempo la melodía del mensaje que transmitía mi orador se tornó en un concierto de notas mucho más penetrante y conmovedor que permitieron el acceso a mi entendimiento:
- Los seres de la superficie tienen respuestas para todo. Las buscan en las formas que los rodean. De la caída de una manzana nacida de un árbol concretan que existe una fuerza invisible que hace que todos los cuerpos permanezcan en una determinada posición con respecto de su superficie. Pero a nosotros esta respuesta no nos parece viable en relación con nuestra posición tocante a la superficie. Aquí abajo, dicha manzana no ascendería en busca del suelo mojado sobre el que andan los oxigenados, descendería a un lugar sobre la arena donde poseería miles de formas y colores según el destello que le concedieran las aguas. Para ellos es un simple producto coloreado de un color concreto e inconfundible, para nosotros, una realidad multiforme y variable de colores. Aquí en el fondo es un objeto subjetivo inexistente sin nuestro conocimiento. Ellos hallan las respuestas en sus instintos, en las ruidosas ondas sonoras que penetran por sus oídos, en su vista invisible dirigida a la materia que les rodea y que ellos mismos son, en los objetos palpables de un solo tacto… incluso escurren las respuestas de la interpretación de aquello que desconocen. Nosotros, en lo vinculado a la condición que nos une a ellos, como ya te he relatado antes, emergimos a su mundo para intentar hacer nuestras sus ideas, pero no hallamos nada de lo que ellos llaman concreto para poder dar respuesta a nuestra realidad subjetiva. Llegado a este punto del océano parece que has de ser tú mismo el que responda sobre tu propio ser y sobre su enfoque de la realidad acuosa en la que moras, rodeado de aguas movedizas, mientras ellos viven su existencia allá arriba, aún reconfortados cuando el sol les ciega la vista y sólo les deja ver un resquicio de su individualizada esencia, privándoles de observarse los unos a los otros más allá de como simples materias. Puede que ni siquiera pudiesen reconocerse colocados frente a un espejo, acusarían al sol de ser la causa de la visión borrosa sobre sí mismos y desgarrarían su insoportable soledad e hiriente silencio alzando la voz y huyendo de la contemplación de su turbio reflejo.

Tú emprendiste un camino, como antes lo hemos hecho otros conforme a esa naturaleza que teje un tenue hilo de expresiva caricia, la cual te une a ellos. No obstante, tú, muchacho, como nosotros los desoxigenados, te encontrarías en otro tiempo en la superficie acuosa que ahora te cuesta tanto soportar y que va alterando el aspecto con el cual fuiste traído del mundo de arriba, cada vez que tomas posesión de tu forma material directamente bajo el sol. Probablemente en aquellos momentos confusos en el exterior te encontraste solo frente a aquel espejo de suelo mojado y cristalino y cerraste los ojos para dilucidar tu ser con más claridad y que los rayos del sol no te deslumbrasen ni absorbieran tu silencio con un alarido de dolor por las llagas que causaban en tu piel. Entonces tu reflejo apareció tan transparente que te fundiste con él y viniste a parar aquí abajo, encontrándote con las aguas que en ti moran y con tu propio pensamiento, en el cual moras y al mismo tiempo reconoces como esencia de tu ser; pudiendo así contemplar el exterior, siendo el reflejo transparente de un espejo y esperando que alguno de los moradores de la superficie pase a lo profundo de éste y de esta manera poder contemplar también su esencia, sin que ésta se encuentre ya invertida por aquella realidad concreta sobre la que se divisan ellos mismos, tasando su significado en la ausencia de soledad y en la resonancia de su voz en los demás-.

Aquellos signos musicales que el desoxigenado me transmitía haciéndome partícipe de su sabiduría no rozaron mis oídos. Aquella comprensión de lo que mi compañero me brindaba me era descubierta por medio de un palpitar interior que, al unísono, mis ojos traducían de su mirada limpia y esclarecedora, la cual había puesto fin a mi búsqueda vacilante a través de mí mismo.

Simultáneamente me encontré de nuevo en el lugar desde el cual había comenzado mi andadura bajo las aguas, pero esta vez la serenidad de mi transparencia clarificaba mi ser, haciéndolo sentir uno con todo aquello que lo acompañaba en su yacimiento, reposando en mí mismo.

Y… ¿El desoxigenado? ¿La ciudad de coral? ¿Existieron aquí abajo? Quizás volví a perderme en este fondo salino. Puede que comenzara a divagar entre las aguas de mi pensamiento y creara todo un universo marino al preguntarme sobre el lugar que ocupa el cielo con respecto a la tierra, el lugar que ocupo yo con respecto a los demás seres existentes, el lugar que ocupo yo en relación conmigo mismo.

FIN 


Escribí este texto allá por el año 2001. Tenía aproximadamente 20 añitos. No me parece un muy buen relato. Es una especie de cuentecillo existencial demasiado explícito, o al menos lo es para mí. Pero no sé porqué razón me gusta. Imagino que me hace recordar un momento determinado de mi vida que en cierta forma para mí fue crucial. Para mi forma de ser. Pues la pregunta final y que para mi gusto se encuentra demasiado expuesta en este texto es: ¿por qué soy como soy?- Una buena pregunta para una chica de 20 años. Y una respuesta totalmente personal de cada cual. El texto no revela nada nuevo y me parece que tampoco lo pretende.  Creo que tan sólo intenta que el lector pase un buen rato utilizando una parte de su imaginación mucho más metafórica que las demás, esa parte del cerebro que conecta directamente con nuestras emociones personales. Al menos eso creo yo.

Ya no tengo una mente de 20 años, pero creo recordar bastante bien lo que pasaba por ella porque esos pensamientos fueron el andamiaje que sustenta lo que soy y pienso ahora. Así que tengo que darle las gracias a este texto, porque en su momento me brindó la ocasión de retratar parte de mis pensamientos en una hoja, algo que no solía ni  aún hoy suelo hacer facilmente. Siempre he tenido la sensación de necesitar construir un puente con el mundo para poder entrar y salir de mí y tener contacto con él  cuando me plazca, sin necesidad de elegir un lugar concreto en el que vivir, sino pudiendo vivir en ambos lados. El día que fue escrito este relato, aunque corto y con una pequeñísima parte de mis pensamientos me sirvió de puente para alcanzar a poner los pies al otro lado del abismo, en tierra firme, junto a los demás. Y aún hoy piso sobre la misma tierra a la que llegué aquel día.Aunque he de confesar que todavía tengo un pie puesto en el puente que me ha llevado hasta aquí. La otra parte tira de mí con demasiada insistencia y hace que viva las cosas, en la mayoría de las ocasiones, como el que observa desde lejos y no siempre consigue entender qué es lo que ocurre fuera. 

En fin, que once o doce años parece mucho tiempo pero cuando se vuelve a recordar cómo se sentía uno, entonces parece que no ha pasado tanto tiempo. Algo de repente te embriaga y te hace sentir de nuevo en el abismo en el que una vez te encontraste y del que nunca se está demasiado lejos.

Dado que esta entrada puede convertirse en un bucle voy a dejar de escribir. Tan sólo espero que si alguien ha leído el relato entero, al menos, haya pasado un buen rato.
 

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