Cuando publiqué mi anterior entrada, hace ya unos cuantos meses, se me olvidó hacer una aclaración sobre lo que pienso del uso de este tipo de aplicaciones para el aprendizaje emocional. Sé que no está bien tirarme piedras en mi propio tejado y no lo voy a hacer. Estoy completamente a favor de utilizar la tecnología como uno de los muchos instrumentos de aprendizaje. Sin embargo, he de puntualizar algo. Creo que el aprendizaje más eficaz y real sólo se logra a través de la experiencia. Es en la práctica en la que de verdad podemos "sentir" en nuestras carnes en qué consiste cualquier tipo de aprendizaje. Cuánto más tratándose de aprendizaje de emociones logicamente.
Ya en 1995 Negroponte defendía la necesidad de la experimentación para llevar el aprendizaje y ponía el ejemplo de que no es lo mismo que a un grupo de escolares se les pida que se aprendan las partes que componen el cuerpo de una rana que disecar a la propia rana. Bien, y es completamente cierto. Sin embargo, no siempre tenemos a la rana cerca. Porque no podemos llevar a unos niños de ocho o nueve años a una sala de autopsias para que aprendan donde se encuentran cada uno de los órganos internos del cuerpo humano. Ni irnos a Londres para hablarles de la cultura inglesa, ni de la rusa, ni de la china... y así con casi cualquier cosa que se te ocurra. Pero existen formas de acercarles tanto la realidad como para que puedan incluso llegar a interactuar con ella. Hoy día casi todas están basadas en la tecnología. En las aplicaciones de las tabletas, de los móviles, en la realidad aumentada, en las pizarras digitales... Todo esto siempre, como ya he dicho en alguna ocasión, utilizado con un fin didáctico y una metodología específica para ello. Dado el caracter propiamente motivador que la tecnología suele ejercer en el niño es importante que lo usemos para que su aprendizaje le resulte más ameno pero sobretodo mucho más significativo. Esto solamente quiere decir que tenga más relación con la realidad, con la lógica fundamental de las cosas. Que no sean meros datos dispersos que se han de memorizar. No, eso no es conocimiento, sino información, sin conexión, sin sentido para el niño, sin interiorización de ningún tipo.
Hoy día los datos aparecen al presionar una tecla. La información está alcance de la mayoría (al menos en los países desarrollados), y no existe nada que un niño tenga más ansia por desarrollar que su curiosidad frente a un aparato tecnológico que hace que sus sentidos se disparen. Ya sea mediante imágenes, sonidos, letras o una mezcla de todo ello. Pero es peligroso. La información no es peligrosa pero sí el no saber filtrarla, el no desarrollar el sentido crítico y pragmático de los niños. Es por esto por lo que también admito que la tecnología es un alma de doble filo. No es el principio del apocalipsis como algunos se empeñan en afirmar, pero sí ha de ser tratada con respeto. Con ese respeto que se les debe a las grandes cosas. Un respeto desde pequeños, que nos han de inculcar nuestros padres, nuestros maestros y el propio ambiente en el que se desenvuelven. Por esta razón me parece una falta de respeto hacia el niño y hacia la tecnología misma darle o comprarle a un niño una tablet, llenarla de aplicaciones y juegos que se promocionan como "educativos", que van desde una red social con avatares que interactúan unos con otros en escenarios virtuales dirigido a niños a partir de cinco años a la que tiene acceso cualquier persona, da igual la edad y las intenciones que tenga, hasta aplicaciones llenas de publicidad, normalmente engañosa y dirigida a crear falsas necesidades o expectativas en los niños. Y existen padres que no supervisan las aplicaciones con las que "juegan" sus hijos, y maestros que usan la pizarra digital sólo para poner un power point, y otras muchas locuras de este tipo. Ya no sólo en el ámbito de la seguridad del niño sino en la carencia de aprendizaje que poseen muchos tipos de aplicaciones y metodologías para la enseñanza. Que normalmente suelen responder a los calificativos de obsoletas, irresponsables y acomodadas en la incompetencia y la imprudencia. No quiero decir que esté en contra de jugar a juegos que son verdaderamente buenos y entretenidos en el móvil. Ni tan siquiera se me pasa por la cabeza ese pensamiento. No, solamente estoy haciendo alusión a esas aplicaciones, juegos, metodologías o lo que sea con lo que se pretende enseñar sin hacer nada, sin comprobar los objetivos que se pretenden con una aplicación, con una forma de actuar, enseñar o pensar. En estos casos la culpa no es de la tecnología sino del mal uso que muchas personas hacen de ella y si esas personas se dedican a la educación como profesión o como padres el pensar en el contenido pedagógico de las enseñanzas en sí (no tanto del medio) que le están inculcando a sus alumnos o hijos adquiere un significado y una importancia mucho mayor.
Así que intentemos que los niños experimienten, que los niños sientan de verdad, que puedan conceptualizar estas sensaciones, sentimientos, pensamientos y conocimientos también a través de todos los medios que tengan a su alcance, ya sean tecnológicos o analógicos. Eso no importa. Pero siempre desde la responsabilidad que tenemos como adultos.
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